Las atmósferas no reactivas más sencillas para el procesamiento térmico de un metal o material son un gas inerte puro o el vacío, pero ninguno de los dos ofrece protección contra trazas de impurezas como el oxígeno, el agua y el dióxido de carbono, que están casi siempre presentes en la atmósfera del horno de tratamiento térmico.
El problema de las trazas de impurezas se agrava a medida que aumenta la temperatura. Dependiendo del proceso y el material, incluso pequeñas variaciones en la temperatura o el nivel de impurezas pueden convertir una atmósfera reductora o neutra en una una oxidante, con un impacto negativo en la calidad de las piezas tratadas.
Para contrarrestar el efecto de la temperatura, se pueden añadir reactivos (H2 y CxHy) con el objetivo de eliminar las impurezas y mantener el potencial necesario para el material que se está procesando. Los sistemas de control cada vez son más utilizados para regular la cantidad de reactivos añadida. Sin embargo, garantizar un control adecuado no es simplemente cuestión de instalar equipos complejos; también requiere un conocimiento preciso de qué variables deben controlarse y cómo de cerca debe estar el control en cada caso.